Martirologio pozuelero

Últimamente se está llenando el martirologio de nuestro pueblo, tenemos a nuestro vecino el juez, que representa el martirio útil, a nuestra vecina del hiyab, el martirio pasajero e improductivo, y a nuestro acogido de la construcción, el martirio con fundamento. Sin duda lo más serio, aunque más lejano, es lo del magistrado, magistral jugada de nuestros mandantes ( con d, no con g), con la que muchos de nuestros compatriotas pueden olvidarse por un rato de las cifras del paro, de la privatización de la política y del declive general que nos rodea para manifestarse con el objetivo de que un señor, ciudadano como los demás de este país, no tenga que someterse a los designios de la justicia, como el resto de los mortales, y ya de paso humillar más a las víctimas que nuestros desaparecidos (o no) ascendientes, dejaron en cunetas y tapias, abriendo heridas que todos dábamos por cerradas. “Panem et circenses”, que lo del fútbol todos los días no ha sido suficiente… Sin duda lo más triste es lo del pañuelo, no cabe duda de que una “criatura” a los 16 años, cuando queda poco más de un mes para acabar el curso, debe tomar una decisión que comprometa sus estudios, sus relaciones sociales, su autoestima y su privacidad. No cabe duda de que sería de una crueldad intolerable que alguien hubiera inducido a esta estudiante a tomar esta actitud. Y lo más triste es que caemos en la trampa de dar pábulo a la polémica, cuando el trasfondo de la cuestión es el mismo que en el caso anterior y en tantos otros, para vivir en sociedad debemos cumplir unas normas que nos hemos impuesto entre todos, algunas veces las normas son equivocadas y se deben cambiar, pero el método no es saltárselas para ponerlas en cuestión llamando así la atención de la sociedad, el método es participar en la instauración de las normas, en el debate que lleva a dictarlas… si nos dejan. ¿No habíamos quedado en que España es un país laico? ¿No se están quitando los crucifijos de las aulas? Lo que es obvio para cualquier creyente es que la fe se lleva por dentro, y que no es necesaria la ostentación de la misma, sobre todo cuando choca con las normas sociales. En cualquier caso este martirio tiene los días contados, la polvareda se va disipando, no sin dejar huella, pues ha logrado que un centro haya cambiado sus normas de manera poco elegante, que otro haya ratificado las suyas, demostrando honestidad y lógica al replanteárselas, y buena dosis de sentido común al no dejarse influir por el acoso mediático y, seguramente la huella más profunda, la habrá dejado en esta alumna que no olvidará fácilmente estos días. Y sin duda, si alguno de los mártires que vemos surgir estos días tiene fundamento, ese es Doney, que lleva cerca de dos meses viviendo en la grúa de la plaza del Padre Vallet, tampoco es que sea el método más adecuado para reclamar lo suyo, o lo de su jefe o sus compañeros, pero desde luego, reclama algo justo, que les paguen el trabajo realizado, parece justo, ¿No? El caso es que es un tipo de mártir que está proliferando últimamente, ahí tenemos a Miguel Ángel Navarro, “el camionero sin camión”, o a Segundo Quiñones, acampado frente a la Moncloa, o tantos otros que, persiguiendo causas que a muchos nos parecen justas, se convierten en una suerte de mártires del siglo XXI que, buscando la justicia para sí, atraen a los ciudadanos que apoyan la generalización de su causa. El caso del juez es indudablemente grave, y veremos en que desemboca, el caso de la estudiante parece flor de un día, aunque puede tener sus consecuencias, pero el caso de la grúa tiene especial relevancia en cuanto a sus efectos más cercanos a los pozueleros. Parece ser que no se ha conseguido desalojar a estos trabajadores por medio de la justicia, puesto que están subidos a la grúa con permiso de su dueño que, como tampoco cobra, no está dispuesto a invertir en desmontarla; Han servido como excusa por parte de la corporación, para la paralización de las obras, aunque parece que no producían ese efecto, vista la marcha actual; Han servido como medio de difusión para vecinos y comerciantes de Pozuelo que veían como la pésima gestión del ayuntamiento en este asunto perjudicaba sus negocios y sus vidas con las sucesivas paralizaciones, uniéndose a la causa en los inicios de la protesta, y han perjudicado gravemente la imagen de nuestros gobernantes. En la actualidad son más una molestia para algunos de los vecinos más cercanos a la plaza, que se quejan de los golpes que da Doney en la grúa o el ruido que hacen sus compañeros en las concentraciones, aunque hay otros vecinos que les siguen apoyando. Últimamente han estado a punto de ser nuevamente noticia, tras la decisión de no permitir que se subiera a la grúa más que agua y alimento, llegando incluso a forzar a Doney a devolver una sombrilla que le habían subido para protegerse del sol, con la amenaza de despedir al vigilante de seguridad que permitió que se le entregara. El hombre, dando ejemplo de honestidad, devolvió la sombrilla para evitar el despido. Afortunadamente, quien diera la orden de restringir el aprovisionamiento, ha dado marcha atrás, viendo el peligro de atraer de nuevo a los medios de comunicación, y gracias a las advertencias de nuestra activista municipal, Jeromita Medel, se ha vuelto a permitir el libre tránsito de mercancías. Ahora la amenaza de nuevo se cierne sobre la marcha de la obra, la grúa empieza a molestar, y parece que están quemando los últimos cartuchos para conseguir que cese la protesta, pero en el Ayuntamiento saben que hay muchos ojos vigilando y que es cada vez más difícil encontrar un recoveco para resolver este entuerto. Lo cierto es que puede llegar el momento en que de verdad la presencia del trabajador en lo alto de la grúa suponga un freno para la obra, es posible que entonces los mártires silenciosos, los vecinos y comerciantes de Pozuelo, dejemos de ver con buenos ojos la protesta y de nuevo reclamemos a quienes no han sabido solucionar este problema.